domingo, 19 de junio de 2016

Una palabra sobre Mariátegui

El novelista norteamericano Waldo Frank, gran amigo de José Carlos Mariátegui, escribió la semblanza que a continuación les presentamos, días antes de conocerse el fallecimiento del Amauta. Es una remembranza delicada y penetrante de quien fuera, y es, el más grande marxista latinoamericano. 

Waldo Frank de visita en la casa de Mariátegui (diciembre 1929)

No me es hacedero de momento detenerme a escribir aquella apreciación de Mariátegui que el hombre merece y que mi devoción por él me inspira escribir; un estudio de alguna plenitud. Y la razón es tal que él la aprobaría: la de que me hallo inmerso en la difícil embocadura de un libro sobre esa América que él, tanto como cualquier otro hombre vivo o muerto, me ha hecho real y preciosa, como el cuerpo de mi fe.

Dejad que me detenga sólo lo suficiente para saludarle y para unirme a quienes son mis hermanos en esa devoción por él. Porque él es, en verdad, lo potencial y lo potente, la realidad y la síntesis de nuestra visión de un mundo verdaderamente americano. En Mariátegui se encuentran orgánicamente encarnados los valores que nuestra generación tiene que encarnar y que poner en vigor para que América pueda ser.

Está dedicado a la severa necesidad de un nuevo cuerpo económico -de la revolución social. Hierve con las fuerzas estéticas de nuestro tiempo, cuya recepción, asimilación e integración en pensamiento revolucionario constituyen una necesidad todavía más rigurosa. Ni ha perdido de vista nunca la más urgente de todas las necesidades: la de la infusión de valores humanos -de aquella especie que vive en el misterio del alma individual- en la acción revolucionaria, si es que esa revolución ha de crear un nuevo mundo, y no meramente una nueva muerte.

Es un hombre intacto.

No le ha tocado ninguna de las herejías ni de los fracasos de este día. No sólo está libre de las más vulgares enfermedades de nuestra "intelligentsia": la codicia de poder, de posición, de dinero, sino que también está libre de las más sutiles y destructoras dolencias -los sofismas de la desesperación y de la sumisión, que tienen hoy en peligro a los movimientos radicales. Esta sofistería, evidente en el marxismo doctrinal y en el pragmatismo liberal, es la impronta de la era maquinista sobre los mismos hombres que se dicen sus enemigos. Porque Mariátegui es un revolucionario sin ser un mecanólatra; y es un artista, un actuador de belleza, sin ser un mero esteta. En él se realiza el milagro de esposar la causa de la humanidad sin negar la causa del alma individual, cuya muerte tendría que significar también la muerte de los hombres en la masa. Y sólo este sutil milagro puede salvar al movimiento revolucionario, embebido trágicamente de los venenos ideológicos del enemigo, el mundo de la anarquía capitalista y de la democracia rebañega.

Waldo Frank con Mariátegui, Anna Chiappe y otros amigos en el famoso "Rincón rojo"

Pero todo esto es demasiado complejo para explanarlo en una mera nota. Permítaseme resumirlo en una sola palabra. Mariátegui es un Hombre -un hombre cuya totalidad Spinoza hubiera reconocido, y Jesús también.

jueves, 20 de agosto de 2015

Tupac Amaru revisitado

En la última Feria Internacional del Libro, el investigador Charles Walker presentó su libro sobre la rebelión de Tupac Amaru, el cual ha recibido elogiosas críticas. En esta obra destaca el estudio bastante exhaustivo del papel que jugó Micaela Bastidas en la rebelión. A continuación, la entrevista que realizó Javier Torres Seoane a Charles Walker.


viernes, 22 de mayo de 2015

Aníbal Ponce

Cuando Ponce muere en México -en exilio voluntario- frisaba en los 40 años. Estaba en plena madurez intelectual. Lo que ya había producido, presagiaba lo que era dado esperar de su talento y de su rígida disciplina en el estudio. Basta enumerar esa producción para confirmarlo: De Erasmo a Roman Rolland, Educación y lucha de clases, El viento en el mundo, Sarmiento constructor de la nueva Argentina, La vejez de Sarmiento, Estudios de psicología, Apuntes de viaje, Diario íntimo de una adolescente, Problemas de psicología infantil, los Comentarios marginales, en los siete números de la revista Dialéctica -de una extraordinaria riqueza conceptual-, testimonian su alta inteligencia, su vasta erudición y su no menos vasta y alta capacidad crítica.


Fue a partir de la muerte de su maestro José Ingenieros, que Ponce inicia el proceso que habría de llevarlo al marxismo. Hice notar entonces, que Ingenieros, que estaba por la transformación social, por la liberación del hombre, por el socialismo, que exaltó la Revolución de Octubre y escribió páginas hermosas que integran Los tiempos nuevos, Reflexiones optimistas sobre la guerra y la revolución, desconocía, sin embargo, el marxismo como filosofía y concepción del mundo y que su formación positivista lo llevaba a cometer errores de interpretación teórica en el proceso histórico.

Ingenieros ignoró el materialismo dialéctico -la filosofía de la praxis- reflejo mental del proceso real que se opera en la naturaleza, en la sociedad y en el hombre pensante.

Ignorar el materialismo dialéctico es ignorar el materialismo histórico, la concepción materialista de la historia, lo que implica deslizarse y caer, aunque no se quiera, en una de las formas del idealismo filosófico en la interpretación de la vida social.

Ya Marx lo había hecho notar en su crítica a Feuerbach, tanto en la Ideología alemana como en su Tesis sobre Feuerbach

(...)

En Ingenieros, como en Feuerbach, se da la contradicción apuntada por Marx: materialista en ciencia y en filosofía, idealistas en la interpretación de la vida social.

(...)

El positivismo de Ingenieros gravitó en la formación cultural de Ponce. Necesitó varios años para renovar totalmente los fundamentos de su acervo intelectual y acceder, con ello, al materialismo dialéctico que dominó con maestría, como lo prueban dos de sus obras: Educación y lucha de clases y De Erasmo a Romain Rolland.

Insistimos aquí en que cuando decimos que Ingenieros y Ponce -mientras aquél vivió- ignoraron el marxismo, no decimos que ignoraran la existencia de un proceso social en que se gesta una nueva forma de convivencia, que ignoraran la existencia de las clases y sus luchas; queremos con ello, solamente, significar que la interpretación que daban a ese proceso y a esas luchas, representaba uno de los aspectos del idealismo filosófico, derivado a su vez, de la concepción filosófica positivista.

Texto tomado de:

Emilio Troise (1969). Aníbal Ponce. Introducción al estudio de sus obras fundamentales. Buenos Aires: Sílaba.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Túpac Amaru II

Considerado el primer revolucionario peruano al liderar una gran rebelión de tinte nacionalista contra la Corona española, la que luego fue sofocada brutalmente por los españoles. Su figura es símbolo del nuevo Perú que había gestado durante los dos siglos de opresión española. Criollos y descendientes de la nobleza incaica lucharon por independizarse de España para gobernar de manera autónoma y más justa el territorio que en ese entonces se llamaba Virreinato del Perú.

En la siguiente entrevista, el historiador y profesor de la UNMSM, Francisco Quiroz Chueca, explica las características socioeconómicas en las que se gestó la rebelión de Túpac Amaru. Asimismo, brinda información que desmitificaría la figura de Túpac Amaru como el gran revolucionario visionario de un Perú que unificaría a todas las razas y castas. El debate está abierto.



lunes, 13 de abril de 2015

Antón Makárenko
Pedagogo, escritor, ciudadano (fragmento del libro de V. Kumarin)


Makárenko y Gorki en la colonia que llevó su nombre

Ya en los años veinte, Makárenko descubrió una ley social fundamental. Su esencia reside en que en el sistema sociedad-individuo debe existir forzosamente un eslabón vinculador intermedio, las funciones del cual las cumple una célula especialmente creada, la colectividad. En esta célula social están incluidos los componentes principales de la sociedad socialista, en su conjunto. Así, pues la colectividad hace objeto palpable el modo socialista de vida y con ello asegura el que los miembros de la colectividad entiendan los intereses de la sociedad como intereses personales, es decir, garantiza la formación de una mentalidad colectivista.

Desde el punto de vista de A. Makárenko, la colectividad es un fenómeno tan nuevo como lo es la propia sociedad socialista. Mientras no hubo socialismo no hubo, y no podía haber, colectividades. Makárenko llegó a esta conclusión en 1932 sobre la base del análisis minucioso de las diferentes formas de agrupación social de las personas.

El que en la sociedad existan determinadas dependencias entre sus miembros -escribió A. Makárenko- condiciona también el carácter de la educación.

La sociedad socialista está basada en el principio del colectivismo. En ella, el bienestar de cada uno depende directamente del bienestar de todos y el bienestar de todos se determina directamente por el bienestar de cada uno. La preparación para este tipo de relaciones y para tales dependencias se realiza, en primer lugar, en la colectividad.

Conceptuando la colectividad como una microestructura social, en la que se reproduce un tipo de relaciones, característico para todo el conjunto de la sociedad, A. Makárenko diferencia los conceptos sociedad y colectividad. A diferencia de toda una sociedad, la colectividad representa la unidad de contactos: los miembros de la colectividad están ligados mutuamente por relaciones y dependencias directas.

Esta particularidad substancial de la colectividad como célula de la sociedad socialista tiene también no sólo un gran sentido científico, sino asimismo un profundo sentido práctico de colectividad, los miembros de la cual están ligados por relaciones y dependencias directas, tiene más posibilidades para preocuparse por cada individuo, para aplicar el principio de "llegar hasta cada uno".

Makárenko demostró que la colectividad solo puede crearse sobre la base de una autoridad, que sea claramente útil para la sociedad. Las agrupaciones que surgen como una labor antisocial no pueden conceptuarse como colectividades.

En correspondencia con la tesis marxista de que son las propias personas quienes crean las circunstancias, bajo el influjo de las cuales se educan, A. Makárenko plantea la cuestión de la colectividad como una célula que no surge de motu proprio, de forma espontánea, sino que se crea como resultado de la actividad consciente y concreta de las personas.



También forma parte de las particularidades esenciales de la colectividad su derecho a defender los intereses comunes, a exigir la supeditación de los intereses personales a los sociales. Makárenko llamó a este derecho soberanía de la colectividad. En el proceso realizador de la soberanía de la colectividad se resuelve prácticamente el problema de la personalidad y de la colectividad. El postulado sobre la soberanía de la colectividad se entiende, a veces, no correctamente del todo. Hay pedagogos que estiman que en las exigencias de A. Makárenko de dar preferencia incondicional a los intereses comunes sobre los intereses personales se atenta contra el derecho de una determinada personalidad, contra su libertad.

De por sí se sobreentiende que la verdad es siempre concreta. Si la colectividad deja de respetar y de defender los intereses generales y solo comienza a repartir bienes, sin obtener nada a cambio, sin exigir nada de los individuos que la forman, pierde las cualidades de colectividad. Se desintegra y se extingue con todas las consecuencia que de ello se derivan, en primer lugar, para el individuo. Suceden casos en que la colectividad no existe de hecho, en que a la persona sólo se le exige, menoscabando su libertad y su derecho, sin preocuparse de sus intereses, olvidándose de sus necesidades. En eso es en lo que, precisamente, se diferencia la verdadera colectividad de la colectividad aparente, en que presentando al individuo altas exigencias, insistiendo en que dé preferencia a los intereses generales, le propone máximo de condiciones posibles para satisfacer sus demandas.
Antón Makárenko (13/03/1888 - 01/04/1939)

Makárenko nació en el seno de una familia perteneciente a la clase obrera. Desde pequeño manifestó destacadas capacidades intelectuales y al finalizar la educación secundaria (Gimnasio) eligió la pedagogía como profesión. Comenzó a enseñar a los 17 años, siendo, desde entonces, la claridad expositiva su característica más resaltante.



Como intelectual progresista que era, desde antes de la Revolución de Octubre Makárenko ya participaba en círculos de estudio de tendencia revolucionaria. La Revolución de Octubre significó para él la oportunidad de servir a la construcción de un mundo más justo y más humano.

En 1920, con 32 años, asumió la dirección de una colonia educativa para delincuentes menores, la famosa colonia Gorki. Durante los siete años de trabajo en esta colonia, Makárenko desarrolló su propuesta pedagógica basándose en la concepción materialista del mundo. Cuando en 1927 asumió la dirección de la colonia Dzerzhinski, Makárenko aplicó y perfeccionó su propuesta, demostrando con resultados tangibles que era la forma adecuada para educar ciudadanos verdaderamente socialistas.

Durante su vida, Makárenko gozó de reconocimiento y fue condecorado con la orden de la Bandera Roja del Trabajo; pero no logró que su propuesta pedagógica fuera aplicada más allá de las dos colonias que dirigió. Encontró especial resistencia entre los burócratas instalados dentro del PC de la URSS, quienes no comprendían bien la concepción materialista del mundo y menos podían aplicarla adecuadamente en el campo educativo.

A partir de 1930 se dedicó a la difusión de su propuesta pedagógica, a través de la escritura de novelas y de textos dirigidos a maestros y padres de familia. Son muy reconocidas sus novelas "Poema pedagógico" y "Banderas en las torres", donde plasmó sus experiencias en las dos colonias que dirigió.

Debido a la fuerte exigencia de trabajo, la salud de Makárenko se fue deteriorando y el 01 de abril de 1939 falleció repentinamente de un ataque cardíaco a bordo de un ferrocarril que lo llevaba de regreso de la ciudad de Galitsino a Moscú. Solo tres días antes de que se revisara oficialmente su solicitud de ingreso al PC de la URSS.

martes, 24 de marzo de 2015

Nadezhda K. Krupskaya (26/02/1869 - 27/02/1939)

Nadezdha K. Krupskaya, más conocida por ser la esposa de Lenin, es una figura subvalorada dentro del estudio del marxismo en general y del leninismo en particular. Penetrados por los criterios y valores de la burguesía, miles de "izquierdistas" y marxistas epidérmicos han criticado a Krupskaya no por su aporte a la causa revolucionaria, sino por su aspecto exterior, supuestamente poco agraciado. Y también han hecho eco a los comentarios frívolos y tendenciosos de la burguesía sobre el rol que le tocó jugar al lado de Lenin: secretaria, ama de llaves, segunda opción, engañada, y un largo etcétera.


Krupskaya a la edad de 21 años. Se puede observar su gran parecido con la actriz Scarlett Johansson


Lo cierto es que, como marxistas, no podemos (ni debemos) realizar un análisis burgués del papel de Krupskaya. Nuestro enfoque debe ceñirse a la concepción proletaria del mundo. En ese sentido, Krupskaya cumplió el rol de compañera y complemento de Lenin en la gran tarea que éste se había propuesto. Salvando las distancias, vendría a ser una reedición de la dupla Marx-Engels.

Krupskaya fue la gran difusora de la obra de Lenin, pero también tuvo su propio radio de acción: la pedagogía y la bibliotecología, áreas para las que estuvo especialmente dotada. Trabajadora infatigable, se comprometió a fondo con el marxismo y la causa revolucionaria, lo que la llevó a asumir responsabilidades cruciales para el mantenimiento del Partido en el exilio y el éxito de la Revolución de Octubre.

Krupskaya a los 37 años.


Lenin valoró en ella, desde un inicio, no el aspecto exterior (cualquiera este fuera), sino su gran capacidad de trabajo, su profundo compromiso con la Revolución, y la total ausencia de frivolidad en su carácter. Sin contar con la exquisita sensibilidad que poseía tanto para apreciar las artes y la literatura como para calar en las personas.

Al fallecer Lenin, se dedicó a la difusión de sus obras y a la escritura de artículos diversos dirigidos principalmente a la juventud y a los obreros. En la disputa Stalin-Trotsky, fue la que criticó con mayor fundamento a este último; pero al no alinearse con Stalin, éste la aisló políticamente dentro del PCUS.

En la actualidad, la figura de Nadezhda Krupskaya está reubicándose en el lugar que le corresponde. Hay que estudiar su legado, difundirlo y ponerlo en práctica.


Krupskaya alrededor de los 50 años, con los signos visibles de la enfermedad de Basedow, que desfiguró su rostro